jueves, 26 de mayo de 2011

Hamlet, África y yo


“Vosotros los americanos”- dijo un amigo - “soléis tener problemas con Shakespeare. Después de todo, era un poeta muy inglés, y uno puede fácilmente malinterpretar lo universal cuando no ha entendido lo particular.”

Es así como empieza Laura Bohannan su texto: “Shakespeare en la selva”. Un pequeño fragmento de la realidad de la autora en su visita al poblado de Tiv, en África.
Ella, iba con una certeza y una seguridad que cualquier texto podía ser universal, más aún, si se trataba del gran William. Asimismo, afirmaba: ” Yo repliqué que la naturaleza humana es bastante similar en todo el mundo; al menos, la trama y los temas de las grandes tragedias resultarían siempre claros –en todas partes–, aunque acaso algunos detalles relacionados con costumbres determinadas tuvieran que ser explicados y las dificultades de traducción pudieran provocar algunos leves cambios”. [1]

De esta forma, se insertó en un mundo totalmente ajeno a su realidad, en donde podría encontrar algunas respuestas a su tan ansiada pregunta: ¿seremos transversales?

Tras su inmersión en este mundo, poco a poco se fue dando cuenta que no había contemporaneidad en la realidad del texto en conjunto con lo que la tribu y los ancianos pensaban sobre él. Asimismo, la autora tuvo diversos problemas para poder afrentar su pensamiento y lo que estaba viviendo.

En primer lugar, tuvo diferencias de pensamiento, en donde los ancianos no podían entender como en occidente podía establecerse una monogamia, en vez de lo que estaban acostumbrados, la poligamia. ¿Cómo era posible? Era tanta la porfía, que finalmente, la autora tuvo que aceptar que era un pensamiento totalmente opuesto y que era inherente a los pueblos de oriente.

Por otra parte, tuvo problemas al enfrentar desde una cosmovisión distinta la interpretación de la muerte del padre de Hamlet y las diversas situaciones de venganza que se suscitaban tras él.
Los ancianos tenían tanta certeza de lo que estaban diciendo, que daban a entender que esa era la verdad y todo lo que señalaba Laura, era un poco suspicaz.
E incluso, tuvo que cambiar palabras, conceptos y un par de frases para que el mensaje fuese entregado de la mejor forma posible, y los receptores, en este caso, los ancianos, pudiesen entender lo que se estaba transmitiendo.

Asimismo, tras las diferentes versiones de “verdad” ella estuvo inmersa en un mundo diferente, totalmente ajeno a su propia realidad, lo cual no le afectó en demasía, a pesar de estar en “inferioridad numérica” con respecto a ellos, su capacidad de interpretar y analizar el texto era diferente, pero no menos importante, y de esto, se fue dando cuenta a lo largo del relato.
A pesar de poseer léxico universal, el texto no fue entendido como tal, desde un comienzo.
Eso sí, lo que llamó la atención fue que los receptores pudieron darse cuenta de lo que podría pasar en el final de la historia, interpretándolo desde otro punto de vista, que a fin de cuentas, era cierto: La venganza era efectiva.

De esta forma, la dificultad de Laura fue suscitada tras problemas de entendimiento e inmersión en este mundo oriental africano. A pesar de ello, se destaca el valor y la tenacidad con la cual pudo entregar una de las obras occidentales más importantes del habla inglesa.

A modo de cierre, es preciso señalar que, a pesar de no poseer un lenguaje y costumbres en común, es posible establecer un periodo de coerción entre lo que se está diciendo y lo que se quiere mostrar. Algo tan transversal como un libro de literatura, puede llegar a cualquier parte, incluso hasta los rincones más inéditos. Y la mentalidad, puede que sea distinta, pero el mensaje, probablemente varíe según la localidad, el contexto situacional.

Matías Sepúlveda

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